jueves, 21 de marzo de 2013

71. La cena de los idiotas

Seguramente muchos de ustedes conozcan la película. Se trata de una comedia francesa de 1998 inspirada en una obra de teatro del mismo nombre en la que se relata la historia de Pierre Brochant, hombre de negocios que se reúne con sus amigos todos los miércoles invitando cada semana a cenar a un ‘idiota’ por diversión. El indiscutible protagonista es François Pignon, un funcionario obsesionado con fabricar estatuas con cerillas, que interpreta el papel de invitado a la peculiar cena.
En ella descubrimos cómo todo lo que toca Pignon se convierte en un desastre, especialmente los diferentes aspectos de la vida de Brochant (una inspección de hacienda, una infidelidad matrimonial…) hasta que al final de la película, quien era inicialmente objeto de las burlas le da una hermosa lección a su anfitrión consiguiendo no sólo arreglar los desaguisados que había ocasionado sino ganándose además el cariño de quien pretendía dejarle en evidencia. Les recomiendo que la vean.
De forma semejante a la película, el angoleño Mateus Contreiras, alias Manucho, tras varias temporadas en las que no había demostrado nada más que una amplia variedad de peinados, se había convertido en una especie de ‘blanco oficial’ de las risas del club vallisoletano, un personaje extravagante que caía simpático a gran parte de la afición pero que en el campo no había enseñado las cualidades que supuestamente tenía cuando Sir Alex Ferguson se fijó en él para ficharlo para el Manchester United, antes de venir al Real Valladolid.
Varias personas han tenido la culpa de la sorprendente transformación del angoleño desde el ostracismo hasta su titularidad actual: Jaime Jiménez, el portero titular de la pasada campaña; Alberto Marcos, el director deportivo del club; y sobre todo el entrenador, Miroslav Djukic, que –pese a que el delantero no contaba inicialmente para el proyecto 2012/2013- le dio la confianza necesaria y no dudó en convertirle en el delantero centro titular del equipo tras la jornada en la que anotó dos goles y dio dos asistencias en el partido contra el Rayo. Desde entonces y hasta hoy, más goles al Granada, dos al Real Madrid, al Málaga…
Actualmente Manucho es un jugador integrado, querido y respetado por gran parte de la afición, incluso por los más críticos que inicialmente no le tomaban en serio; y que ha sabido mantener la tensión competitiva por ganarse un puesto pese a luchar contra otros futbolistas que gozaban del cariño y admiración de la gran mayoría del público. Quizá el angoleño no llegue a los treinta o cuarenta goles que prometió al ser fichado, pero nos ha dado una lección a muchos, y eso hay que reconocerlo.

Fran Arranz

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-03-2013

jueves, 14 de marzo de 2013

70. Sobre el tobogán

Es francamente desolador para el aficionado abrir el periódico estos días y leer en esta sección -habitualmente llena de goles, paradas y canastas- noticias como a cuánto asciende la deuda del Real Valladolid con otros clubes, empleados y agencia tributaria; la dimisión en pleno de la cúpula del Club Baloncesto Valladolid; o los tenebrosos números de la contabilidad del Balonmano Valladolid. Se le atraganta a uno hasta el café pensando si no viviremos mucho más felices en nuestra ignorancia, disfrutando las victorias completamente ajenos a los problemas de gestión de nuestro equipo.
Las grandes entidades deportivas de la ciudad están atravesando uno de los momentos más delicados de su historia, que contrasta radicalmente con la envidiable posición en la tabla que ostenta el Pucela, la oportunidad cercana de asegurar la permanencia del Blancos de Rueda, o el hecho de haber salido el Cuatro Rayas este sábado –por fin, en una temporada aciaga- de las plazas de descenso.
Parece como si un extraño contrapeso del destino se empeñara en jugarnos una mala pasada a los aficionados y nos impidiera saborear uno de los pocos momentos de relativa tranquilidad que vivimos en lo deportivo. Como si estuviéramos sobre lo alto de un tobogán al que hemos subido con gran esfuerzo, y ahora que podemos ver el horizonte con optimismo, sentimos la presión en nuestra espalda de alguien que se empeñara en empujarnos de nuevo cuesta abajo.
Cada una de las tres entidades tiene su propio problema y su mejor solución. En cuanto al Real Valladolid, lo que procede es continuar con la política de hormiga implantada por Carlos Suárez desde que se convirtió en accionista mayoritario hace dos años, opuesta a la cigarra que fue. Continuar atrayendo talento a coste cero, ajustando los salarios a la situación económica real y con un entrenador que garantice el trabajo bien hecho. Sólo así se conseguirá la viabilidad del club una vez finalice el concurso, lo que nos permitirá aspirar en un futuro no lejano a cotas mayores en lo deportivo.
Respecto al Baloncesto, el reto de quien llegue será encontrar el equilibrio entre el cumplimiento de las obligaciones con los acreedores  y el pago de los gastos corrientes del club, lo que siempre será más fácil en ACB. Por último, el Balonmano. Confiemos en que el nuevo presidente trabaje para atraer inversiones y –una vez asegurada la permanencia- sanear definitivamente las cuentas del club. Tener tres equipos de primer nivel en la ciudad es un lujo que pocas ciudades tienen. Ojalá no tengamos que renunciar a ninguno de ellos, será señal de que los directivos han estado a la altura del reto.

Fran Arranz

Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-3-2013

jueves, 7 de marzo de 2013

69. Calidad y lucha




Fue muy interesante leer en las redes sociales tras el meritorio empate del domingo pasado ante el Espanyol opiniones como que «es curioso como a los talentosos no se les justifica sólo con el talento pero a los físicos sí sólo con su desgaste, ejemplos de Bueno y Larsson» o que «a Larsson no hay que pedirle que acierte pases pero a Bueno sí intensidad». Frases pronunciadas por algunas voces autorizadas del pucelanismo, gente a la que respeto y aprecio, como Javi Pardo, compañero de columna los miércoles en estas páginas o Juan Arranz Martín, analista de la actualidad blanquivioleta. Curioso debate.
El Real Valladolid, como todos los equipos y en general cualquier empresa, tiene en su plantilla a unos futbolistas más técnicos y a otros menos virtuosos que destacan sobre todo por su empuje o sus cualidades físicas. Nadie discutirá que Óscar, Omar o Bueno elevan el nivel técnico de la plantilla, o que serían capaces de regatear a un oponente dentro de una baldosa, es evidente. En sentido opuesto tenemos otros jugadores menos dotados de calidad individual que los primeros –caso de Larsson, Balenziaga o Manucho- pero que suplen sus carencias técnicas respecto a aquéllos a base de físico, presencia, seguridad defensiva o dominio aéreo. Los seis titulares o primeros recambios de Djukic durante los partidos. Pero ¿son entonces acertadas las valoraciones de Javi y Juan?, ¿somos más exigentes con los «técnicos» que con los «físicos»? Seguramente. ¿Hay que exigirle a Bueno intensidad? Indiscutiblemente. ¿A Larsson hay que pedirle que acierte pases? Claro que sí, hay que exigírselo. Eso sí, sabiendo de antemano que el sueco no tiene la técnica exquisita del madrileño.
A cada jugador hay que exigirle exactamente hasta el máximo que pueda dar, de acuerdo a su nivel. Al más técnico, más, al menos técnico, que asegure los pases, pero a todos ellos, el 100% de intensidad. Las ganas, el pundonor, la garra o la intensidad defensiva, tienen que ponerlas todos los jugadores sin excepción. Ese debe ser el mínimo común múltiplo de nuestros futbolistas. A partir de ahí, los más talentosos, aquellos tocados por la varita mágica, los que inventan jugadas que los demás ni imaginamos, tendrán que aportar ese plus de calidad necesario para hacer nuestro equipo más competitivo y marcar las diferencias con los rivales. Todos combinados armoniosamente en una alineación en la que –no olvidemos- a veces los partidos se ganan por un balón aéreo que recupera Manucho, abre a banda para Balenziaga o Larsson, y éste asiste a Óscar para que invente una vaselina y marque gol.

Fran Arranz

Publicado en El Norte de Castilla el 7-3-2013

Foto: Real Valladolid

jueves, 28 de febrero de 2013

68. Calle Payaso Fofó




Cuidadosamente fui preparando mi mochila de los partidos con lo de siempre: dos bufandas, una manta, un paraguas y una radio. Saqué la ropa y la dejé preparada para que al día siguiente todo fuera rodado. Programé el despertador y me eché a dormir.
A las 7:30, cuando sonó el ring, me levanté como un resorte. Dos escalas y emprendimos la marcha hacia Madrid. Todo el viaje recordando jugadas, fichajes, polémicas, decepciones… Sobre las once llegamos a la capital. M-30, Avenida de la Albufera y al fin la mítica calle del Payaso Fofó, en la que se alza el coqueto estadio vallecano.
Muy cerca de donde aparcamos había un bar de los de toda la vida. Con la fachada acristalada repleta de carteles de actividades del barrio, coronada por un desgastado toldo verde en el que se adivinaba el antiguo nombre del establecimiento 'Faisán'. Ese era nuestro sitio, no cabe duda. Bocata de panceta recién hecha a la plancha y a localizar la puerta diecinueve.
La calle huele y sabe a fútbol. Los puestos de banderas y bufandas en los aledaños, el trasiego de gente, vecinos alborotados, el camión de la tele. 'Bienvenidos al Campo de Fútbol de Vallecas, donde se da una afectuosa bienvenida a la afición del Real Valladolid'. Ovación. Aplausos. Suena a todo volumen la 'Fiesta pagana' de Mago de Oz y el 'Vamos Rayito' de SKA-P por los altavoces del campo. Comienza el balón a rodar.
El sol sale y se esconde y un helador frío de febrero entra por la izquierda del campo, donde no hay gradas, entre dos bloques de ladrillo en los que muchos vecinos ven el fútbol desde el salón de su casa. El balón no tiene un dueño evidente. Igualdad. Manucho se faja entre los defensas, Larsson se anticipa al rival otra vez más y Alberto Bueno lanza un disparo seco que desvía fuera Rubén. Dominio blanquivioleta y descanso.
El otro fondo, repleto, entona como un himno 'A las armas' y todo el estadio corea. Se estremece el barrio. Gol del Pucela, alegría, abrazos. Y gol –golazo- del Rayo. Vaya por Dios. Seguimos atacando, Alberto Bueno caza un pase en falso, regatea, pasa a Manucho, y otro gol. Alegría, abrazos, aplausos. Paradón de Dani y final del partido. Aplausos a la afición local y más abrazos con los compañeros de viaje.
Por la tarde vuelta a casa. Satisfechos, cansados, y aún nerviosos por lo apretado del marcador. Escuchando la radio, lectura de whatsapp atrasados y cena tranquila. Gran día. Gran victoria. 33 puntos y la satisfacción del deber cumplido. Mereció la pena el madrugón, el viaje, y el frío.

Fran Arranz

Publicado en El Norte de Castilla el 28-2-2013

jueves, 21 de febrero de 2013

67. Música de viento



Todo aquel que haya trabajado alguna vez por cuenta ajena seguramente habrá recibido, en mayor o menor medida, alguna reprimenda de su jefe por algo que no hizo como debía, por un descuido, o por algo que debió haber hecho y no hizo. Hasta ahí todo normal. El caso es que si usted o yo la pifiamos nos pondremos colorados mientras escuchamos cómo nos cantan las cuarenta en presencia de algún compañero y el sofocón nos durará entre media hora y un par de días. Normalmente en una semana todo olvidado.
Existe una pequeña diferencia entre su caso o el mío y el de ese colectivo tan especial que son los futbolistas. Cuando uno de ellos tiene un día malo, mete la pata, falla tres pases dándole el balón al contrario, no cubre al delantero rival o en el caso del portero deja pasar el balón entre sus manos para que el contrario se apunte un gol, miles de personas sienten al instante una reacción que canalizan a través de la ira, el cabreo, la indiferencia o la comprensión ante ese involuntario error.
Ustedes pensarán, «sí, pero ellos cobran cientos de miles de euros y yo casi no llego a fin de mes. Además, tengo todo el derecho del mundo a expresar mi opinión que por eso he pagado mi entrada o mi abono». De acuerdo, pero ¿qué importa lo que uno gana cuando si fallas miles de personas te pitan, te insultan, o te abandonan mientras el rival te da un soberano repaso en el campo? ¿El hecho de haber pagado una entrada ya da derecho a pitar a los jugadores cuando no lo hacen bien?
En veinte años que llevo subiendo a Zorrilla no recuerdo haber silbado jamás a un jugador de mi equipo en nuestro estadio por muy mal que lo hiciera. Otros sí lo hacen y en su derecho están de seguir haciéndolo. Yo prefiero callar ante el fallo o gritar esporádicamente un «¡Vamos chicos!» más producto de la impotencia de ver superado a mi equipo que otra cosa. En cualquier caso tengo la tranquilidad de saber que si al día siguiente meto la pata en el trabajo mi jefe me reprenderá a mí solo sin necesidad de aguantar además cómo otros me llaman inútil a coro.
El fútbol es diferente a todo, pero no olvidemos que para esos chavales de veinte o treinta años que se ponen nuestra camiseta es sólo su trabajo, un trabajo sometido muchas veces a una crítica feroz, nada comprensiva y no siempre constructiva. Y como decían los taurinos: 'una mala tarde la tiene cualquiera'.

Fran Arranz

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-2-2013

jueves, 14 de febrero de 2013

66. El Mopongo



Tuve un compañero de trabajo hace años (que ruego me perdone), al que algunos solíamos llamar «el mopongo». La explicación es sencilla: en las reuniones de la oficina él siempre encontraba alguna buena razón para oponerse a todo lo que el jefe de turno proponía como novedad o mejora común («m'opongo a esto», «m'opongo a lo otro»).
Seguro que ustedes conocen a muchos como él porque estamos rodeados de «mopongos» por todas partes. En las reuniones de la comunidad de vecinos, en las comidas familiares, o en cualquier grupo de amigos. Siempre surge alguien al que para sorpresa del resto de los presentes no le parece bien lo propuesto -y que todos los demás vemos como razonable-, y que hace lo posible por conseguir que la propuesta decaiga.
Por el contrario, los «mopongos» suelen mostrarse bastante razonables cuando hablas con ellos en privado de forma previa, y no tienen público delante. En el cara a cara siempre comprenden tus argumentos y hasta les parece bien lo que opinas o lo que le sugieres. Pero -hete aquí- cómo oses añadir en la reunión algo que previamente no habías comentado y acordado con él, estás perdido. Jamás lograrás su apoyo.
¿Qué tiene que ver esto con el Real Valladolid? Pues poco o mucho, la verdad. Me llama la atención que haya periodistas o aficionados que por sistema critiquen todo aquello que -con mayor o menor fortuna pero con mucho más conocimiento (porque ellos tienen mucha más información que nosotros)- hacen el entrenador o el club. Porque no convocan para este partido a Fulanito, porque lo convocan, porque fichan a Menganito que no nos va a aportar nada, porque no sacan a Zutanito que se lo merece más o porque lo sacan y lo exponen a la crítica. En fin, que siempre hay una buena excusa para menospreciar las decisiones tomadas. Empero, ¿qué aporta la crítica preventiva? ¿para qué se hace? ¿para poder decir luego «yo ya lo dije»?
En realidad todos somos un poco «mopongos» en algún momento de nuestra vida. En casa, con el jefe, los padres o nuestra pareja. Ratos en los que nos apetece enfurruñarnos contra el mundo, hacernos los interesantes y decir que no, porque no. Y no pasa nada. Eso no es necesariamente malo y sirve para desahogarnos. Pero tenemos que aprender a envainárnosla elegantemente cuando la realidad nos demuestra que la decisión no fue tan equivocada, que el fichaje no resultó tan malo, que la planificación no era tan desastrosa, o la decisión del entrenador tan incomprensible. Esa rectificación pública es la que nos hace verdaderamente grandes no sólo como aficionados, sino como personas.

Fran Arranz

Publicado en El Norte de Castilla el 14-2-2013

jueves, 7 de febrero de 2013

65. Camino de sensatez



A finales de los ochenta un anuncio televisivo sorprendió al espectador. Salvo los más jóvenes, todos lo recordarán. Manuel Luque, un respetable empresario, se dirigía al consumidor de tú a tú para vendernos su detergente sin más mensaje comercial que un eslogan tan simple como efectivo: «busque, compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo». El producto triunfó porque el mensaje, cargado de sentido común, llegaba sin rodeos al receptor.
Veinte años más tarde, la generalización de internet en nuestra vida nos ha permitido a todos buscar y comparar hasta el infinito antes de elegir, para intentar evitar el riesgo de comprar lo primero que nos ofrecen aunque no lo necesitemos, o no pagar un precio desorbitado por lo que buscamos.
El Real Valladolid es un club humilde, que cada año en verano y en invierno nada como un delfín entre tiburones sondeando mercados para ver lo que puede pescar sin gastar un duro. Y es así, supliendo la falta de dinero con entusiasmo y talento; buscando, comparando, mirando vídeos o preguntando a gente de confianza del director deportivo, como se ha conseguido conformar en los últimos dos años una plantilla muy competitiva sin pagar un solo euro en traspasos, tal y como algunos otros clubes han hecho con evidente éxito. El resultado hasta el momento no puede ser mejor, aunque corramos siempre el riesgo de que se frustren en el último momento operaciones por no poder competir económicamente contra nadie o porque no llegue el fax antes de las doce de la noche.
Bienvenido a Valladolid, Valdet Rama. Aunque no lo conocemos esperamos que el trabajo de Marcos haya dado sus frutos de nuevo y nos sorprenda como ya lo hizo con Rukavina, Víctor Pérez, Sastre, Omar o Ebert. Es merecido un reconocimiento para las decisiones que están adoptando entrenador, directiva o administración concursal.
Hace muy pocos días conocimos que a partir de la próxima temporada los clubes de fútbol que no tengan equilibrio presupuestario entre ingresos y gastos de cara a la siguiente campaña no podrán fichar. Esperemos que esta medida, que ya se aplica en otros países europeos, por fin evite que clubes como el Granada de este año o el Zaragoza de hace algunos años se hipotequen fichando y fichando sin control gastando un dinero que ni tienen ni pueden generar, sentenciando su futuro y adulterando la competición al medirse contra otros equipos que no gastan lo que no tienen. Cuando llegue ese momento y se aplique esta norma nuestro club ya tendrá los deberes hechos, aunque haya tenido que pasar por un concurso de acreedores para sobrevivir.

Fran Arranz

Publicado en El Norte de Castilla el 7 de febrero de 2013